En torno a la solemnidad de pentecostés, el don del Espíritu Santo nos congrega, nos une íntimamente como hermanos al participar de la Vida de Cristo Resucitado. Sin embargo, experimentamos también el mal que nos hiere y divide, rompe la unidad de la única Iglesia de Cristo. Sus palabras siguen resonando entre nosotros con fuerza: «Que todos sean uno para que el mundo crea» (Jn 17, 21) y nos motivan a acoger la acción de su Espíritu, a trabajar por la unidad de los que le seguimos, porque es el signo elocuente para que los demás puedan llegar a la fe.
La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos de este año tiene como tema: «Haz el bien; busca la justicia» (Is 1, 17). Ha elaborado su propuesta el Consejo de Iglesias de Minnesota (Estados Unidos). El hecho injusto y vergonzoso de la ejecución extrajudicial del joven afroamericano George Floyd, en mayo de 2020, que provocó una fuerte reacción social, apela también a la conciencia de los cristianos y nos estimula a trabajar juntos para ser fuente de unidad y reconciliación en el mundo.
La vivencia de la fe debe ir siempre acompañada por una praxis coherente con aquello que se profesa. El culto a Dios resulta vacío si no va acompañado por la compasión y la misericordia. Por eso, una manera de favorecer la unidad entre los cristianos es trabajar juntos por la justicia, cooperando en acciones que hagan patente el deseo de paz y de unidad que brota de la fe en Jesucristo. Los cristianos, «mientras nos encontramos todavía en camino hacia la plena comunión, tenemos ya el deber de dar testimonio común del amor de Dios a su pueblo, colaborando en nuestro servicio a la humanidad» (Fratelli tutti, n. 280)
Los desafíos de la justicia y la fraternidad que encontramos en nuestro país son muchos, y en ellos, podemos trabajar juntos los cristianos: la atención a los más pobres, la defensa de la vida en todas sus etapas, la acogida y la escucha para favorecer la salud mental, la pacificación de la violencia que genera tantas muertes, el fortalecimiento de la educación para formar personas solidarias, la erradicación de todo tipo de discriminación, exclusión y discursos de odio, el cuidado del medio ambiente… Pidamos al Señor, para ello, la conversión del corazón y alegrémonos de tantos signos de su Amor que suscita entre nosotros en las obras.
La justicia brota mucho más genuina desde una opción de fe, cuando se fundamenta en un Dios que quiere instaurar la justicia y la paz frutos de su Reino. Por eso, estamos llamados los cristianos a responder a las necesidades espirituales de nuestro pueblo desde la empatía que llega al corazón, acompañarlo en la búsqueda del Absoluto frente a las ilusiones de felicidad, ser una casa abierta, hogar seguro, vivir la frescura original del Evangelio capaz de iluminar la sociedad. Nuestro estilo de vida desde la fe, insinúa una terapia espiritual para los males de nuestro
tiempo. Espíritu Santo, regálanos la justicia propia del Reino y únenos progresivamente a todos los cristianos en la única Iglesia de Cristo, comprometida en edificar nuestra sociedad en la justicia y la paz que brotan del Evangelio.
En torno a la solemnidad de pentecostés, el don del Espíritu Santo nos congrega, nos une
íntimamente como hermanos al participar de la Vida de Cristo Resucitado. Sin embargo, experimentamos también el mal que nos hiere y divide, rompe la unidad de la única Iglesia de Cristo. Sus palabras siguen resonando entre nosotros con fuerza: «Que todos sean
uno para que el mundo crea» (Jn 17, 21) y nos motivan a acoger la acción de su Espíritu, a trabajar por la unidad de los que le seguimos, porque es el signo elocuente para que los
demás puedan llegar a la fe. La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos de este año tiene como tema: «Haz el bien; busca la justicia» (Is 1, 17). Ha elaborado su propuesta el Consejo de Iglesias de Minnesota (Estados Unidos). El hecho injusto y vergonzoso de la ejecución
extrajudicial del joven afroamericano George Floyd, en mayo de 2020, que provocó una fuerte reacción social, apela también a la conciencia de los cristianos y nos estimula a trabajar juntos para ser fuente de unidad y reconciliación en el mundo.
La vivencia de la fe debe ir siempre acompañada por una praxis coherente con aquello que se profesa. El culto a Dios resulta vacío si no va acompañado por la compasión y la misericordia. Por eso, una manera de favorecer la unidad entre los cristianos es trabajar juntos por la justicia, cooperando en acciones que hagan patente el deseo de paz y de unidad que brota de la fe en Jesucristo. Los cristianos, «mientras nos encontramos todavía en camino hacia la plena comunión,
tenemos ya el deber de dar testimonio común del amor de Dios a su pueblo, colaborando en nuestro servicio a la humanidad» (Fratelli tutti, n. 280).
Los desafíos de la justicia y la fraternidad que encontramos en nuestro país son muchos, y en
ellos, podemos trabajar juntos los cristianos: la atención a los más pobres, la defensa de la vida en todas sus etapas, la acogida y la escucha para favorecer la salud mental, la pacificación de la violencia que genera tantas muertes, el fortalecimiento de la educación para formar personas solidarias, la erradicación de todo tipo de discriminación, exclusión y discursos de odio, el cuidado del medio ambiente… Pidamos al Señor, para ello, la conversión del corazón y alegrémonos de tantos signos de su Amor que suscita entre nosotros en las obras de atención social que
ya llevamos adelante.
La justicia brota mucho más genuina desde una opción de fe, cuando se fundamenta en un Dios que quiere instaurar la justicia y la paz frutos de su Reino. Por eso, estamos llamados los cristianos a responder a las necesidades espirituales de nuestro pueblo desde la empatía que llega al corazón, acompañarlo en la búsqueda del Absoluto frente a las ilusiones de felicidad, ser una casa abierta, hogar seguro, vivir la frescura original del Evangelio capaz de iluminar la sociedad.
Nuestro estilo de vida desde la fe, insinúa una terapia espiritual para los males de nuestro
tiempo. Espíritu Santo, regálanos la justicia propia del Reino y únenos progresivamente a todos los cristianos en la única Iglesia de Cristo, comprometida en edificar nuestra sociedad en la justicia y la paz que brotan del Evangelio.
+ Monseñor Bartolomé Buigues Oller
