En el encuentro del Papa con una delegación de indígenas en Québec les expresó su admiración, por su sentido de familiaridad y comunidad, que contrasta en un mundo “lamentablemente” individualista. El Papa resaltó la importancia que da la comunidad indígena en cultivar bien el vínculo entre los jóvenes y los ancianos, custodiando una relación sana y armoniosa con toda la creación.
“La inmensidad de esta tierra lleva a pensar en el largo camino de sanación y reconciliación que estamos afrontando juntos. En efecto, la frase que nos ha acompañado desde marzo, desde que los delegados indígenas me visitaron en Roma, y que caracteriza mi visita aquí entre ustedes, es Caminar Juntos: Walking Together / Marcher Ensemble”.
Francisco agregó que viajó a Canadá con un espíritu penitencial, para expresarles el dolor que lleva en su corazón por “el mal que no pocos católicos les causaron, apoyando políticas opresivas e injustas”.
El Papa un amigo y un hermano de las comunidades indígenas
- El viajó como amigo, para encontrarse con ellos, “para ver, escuchar, aprender y apreciar cómo viven los pueblos indígenas de este país”. Fue como hermano, a descubrir en primera persona los frutos, buenos y malos, producidos por los miembros de la familia católica local a lo largo de los años.
“He venido como peregrino, con mis limitadas posibilidades físicas, para dar nuevos pasos adelante con ustedes y para ustedes; para que se prosiga en la búsqueda de la verdad, para que se progrese en la promoción de caminos de sanación y reconciliación, para que se siga sembrando esperanza en las futuras generaciones de indígenas y no indígenas, que desean vivir juntos fraternalmente, en armonía”, agregó
El Pontífice les manifestó que se devuelve a Roma mucho más enriquecido, porque lleva en el corazón el “tesoro incomparable hecho de personas y de pueblos que le han marcado”, de rostros, sonrisas y palabras que permanecen en su interior; de historias y lugares que no podrá olvidar; de sonidos, colores y emociones que vibran fuertes en él.
“Realmente puedo decir que, durante mi visita, fueron sus realidades, las realidades indígenas de esta tierra, las que visitaron mi alma; entraron en mí y siempre me acompañarán. Me atrevo a decir, si me lo permiten, que ahora, en cierto sentido, yo también me siento parte de vuestra familia, y me siento honrado”.
Tres mujeres que pueden ayudar a alcanzar una reconciliación
Santa Ana, la Virgen María y santa Catalina Tekakwitha. Estas mujeres, dijo el Papa, pueden ayudar a unir, a volver a tejer una reconciliación que garantice los derechos de los más vulnerables y sepan mirar la historia sin rencores ni olvidos.
“Santa Ana, de quien pude sentir su ternura y protección, venerándola junto a un pueblo de Dios que reconoce y honra a las abuelas. En segundo lugar, pienso en la Santa Madre de Dios: ninguna criatura merece más que ella ser definida como peregrina, porque siempre, también hoy, también ahora, está en camino; en camino entre el cielo y la tierra, para cuidarnos por encargo de Dios y para llevarnos de la mano hacia su Hijo”.
Por último, señaló Francisco, «mi oración y mi pensamiento en estos días han ido frecuentemente a una tercera mujer de presencia afable que nos ha acompañado, y cuyos restos se conservan no lejos de aquí. Me refiero a santa Catalina Tekakwitha. La veneramos por su vida santa, pero, no podríamos pensar que su santidad de vida, caracterizada por una entrega ejemplar en la oración y el trabajo, así como por la capacidad de soportar con paciencia y dulzura tantas pruebas, también fue posible por ciertos rasgos nobles y virtuosos heredados de su comunidad y del ambiente indígena en el que creció», dijo el Papa.
“Que ellas bendigan nuestro camino común, que intercedan por nosotros y por esta gran obra de sanación y reconciliación tan agradable a Dios”, dijo por último Francisco.
